Hermenéutica y Reflexiones Post-Pascuales

“Primero es el acontecimiento, luego su significación”

Hemos oído repetidas veces que “Jesús murió por nosotros en la cruz”, que “Él se entregó para el perdón de nuestros pecados”, que “murió en la cruz como el peor de los delincuentes y criminales” y que “la muerte que nosotros merecíamos, él la pagó en nuestro lugar”, etc.

Todas estas declaraciones corresponden a un plano meramente teológico, que cuando se desligan de su núcleo histórico tienden a convertirse en clichés llenos de romanticismo barato, pues ¿quién en su sano juicio romantizaría la tortura y el asesinato? Pues bien, tristemente esa romantización (o como quieran llamarle) sí existe dentro de nuestro mundo evangélico. Ello puede deberse a múltiples causas que no quiero profundizar en estos momentos (quizá alienación exacerbada, lecturas fundamentalistas de la Biblia, etc.). Pero existen, al fin y al cabo. Y de ello tengo dos ejemplos de experiencias que quiero mencionar:

La primera de ellas se dio en un culto de estudio bíblico en mi iglesia local, la dinámica era comentar un pasaje bíblico entregado al azar, el pasaje que le tocó a cierto grupo fue el de “La rebelión de Coré” (Números cap. 16), que en resumen trata de la rebelión de este personaje, junto con otros dirigentes israelitas en contra del profeta Moisés y el sacerdote Aarón. La historia termina con un duro castigo de parte de Dios en donde los sublevados son tragados vivos por la tierra, muriendo no sólo ellos, sino también sus mujeres y niños
(Nm 16 v. 27).  

Ante ello, la exhortación grupal hablaba de lo duro de las consecuencias del pecado… En medio de la exhortación surgió la siguiente pregunta ¿Qué opinaban de que murieran las mujeres y los niños de quienes se rebelaron, siendo que aquellos no eran responsables de los actos de sus padres o esposos? Primero, hubo silencio, luego, las respuestas fueron más que nada evasivas, que terminaron por concluir que el pecado trae graves repercusiones no sólo al individuo sino también a toda la familia, es decir, hasta antes de la pregunta, el texto era totalmente naturalizado y poco reflexionado por quienes lo comentaban.

La segunda experiencia tiene lugar en un encuentro de jóvenes del Grupo Bíblico Universitario, dónde ante una serie de historias bíblicas había que colocar en un post it una frase que hiciera sentido a la historia dada y la resumiera… una de esas historias era la de Rahab la prostituta (Josué cap. 2), y una de las frases escritas decía lo siguiente: “Misericordia”. Ante ello, el pastor luterano encargado de entregar el mensaje en el plenario estalló diciendo: ¿Cómo pueden escribir “misericordia” si la historia dice que salvo Rahab y su familia todos fueron asesinados, incluso mujeres y niños inocentes?

Ese cuestionamiento me dejó pasmado, pues evidentemente evidenciaba la falta de lectura crítica de los textos bíblicos, y que esa frase de “Misericordia” estaba llena de ese romanticismo superficial que se conjugaba perfectamente con el “Jesús murió por ti” o “Él pagó el precio de nuestro castigo” que mencionábamos en un principio.

Eso me llevó a la siguiente reflexión: “Primero es el acontecimiento, luego su significación”.

Tal frase quiero ejemplificarla de manera concreta y simple para explicarla; Cada vez que en nuestras vidas vivimos acontecimientos importantes o traumáticos, como puede ser la pérdida de un ser querido, el diagnóstico de una enfermedad, un fracaso matrimonial, o cualquier evento de características impactantes, intentamos darle cierto significado o interpretación. Nos preguntamos a menudo: ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué Dios permite que esto pase? En términos simples, intentamos darles a esos acontecimientos, una interpretación y significación que nos ayude a amortizar el impacto que ello produce en nuestras vidas, y de esa manera poder procesarlo mejor, para a través de ello darnos cierta tranquilidad y estabilidad. No es poco común escuchar o decir con el tiempo que “bueno, ahora entiendo porqué pasé todo eso” “Dios quería darme a entender algo a través de ese proceso”, etc. En conclusión, a un acontecimiento “X1”, le damos con el tiempo un significado “X2”.

Esta cuestión también la vemos en los relatos bíblicos, y creo que el siguiente pasaje es ilustrativo en mostrarnos de manera didáctica aquello:

13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; 23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. 25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. (Ev. Lucas cap. 24 v.13-27)

A partir de este Texto/Midrash tomemos algunos puntos claves:

  1. Jesús, un profeta poderoso en palabras y obras delante de Dios y del pueblo, del cual se esperaba trajera la redención a Israel, muere crucificado (fracasa) (v.19-21).
  2.  Los discípulos en principio, no encuentran significado alguno al fracaso sucedido, pues sus ojos "estaban velados" (v.16 y v.25).
  3. A través de las “Escrituras” se comienza a dar significado a la muerte en la cruz de Jesús (v.27).

Considerando los puntos mencionados, vemos un patrón claro. Primero tenemos un Acontecimiento impactante para los discípulos de Jesús, ese Acontecimiento es la muerte en la cruz del Maestro, de aquél que ellos creían como el Mesías/Ungido/Rey que traería la liberación de su pueblo del yugo del Imperio Romano. Y aquí es preciso puntualizar ciertas cuestiones de corte histórico; La crucifixión no es la pena dada para “el peor de los criminales o delincuentes” como muchas veces oímos en las prédicas dominicales, la crucifixión es la pena dada para los subversivos contra Roma, para los rebeldes que cometen el delito de “Lesa Majestad”. Pues andar predicando en el siglo I e.c sobre un “Reino de los Cielos o Reino de Dios” no es compatible en medio de un Reino de Tiberio (César) y de su vasallo Herodes. No por menos la inscripción de la causa de condena de Jesús es que se declaraba “Rey de los Judíos”. Y aunque comentaristas conservadores quieran buscar triquiñuelas hermenéuticas para evitar esas lecturas o suavizarlas, lo cierto es que ese núcleo histórico es imposible de soslayar.

En síntesis, tenemos un Jesús que anunciaba la inminente llegada del Reino de Dios (Restauración de Israel), y que, debido a sus pretensiones mesiánicas, es apresado y asesinado/torturado en una cruz.

Ante ese Acontecimiento histórico, sus seguidores, impactados por el fracaso de aquel por quien habían dejado todo (familias, bienes, vida), comienzan a encontrar Significado de lo sucedido en las Escrituras. Escrituras en un sentido amplio, pues no existía canon en aquellas épocas, por tanto, buscaron significado en las tradiciones orales, en textos apócrifos (Ejemplo: Enoc) y en las Escrituras que hoy conocemos como canónicas (Antiguo Testamento). Y a través de ello, comienzan a dar Significación a la muerte de Jesús.

Se comienza a releer Isaías 53 y 42 (pasajes referentes a Israel) en clave mesiánica, aplicándose tales pasajes a Jesús en perspectiva profética, lo mismo el Salmo 22, o los pasajes referentes a Jesús como “Cordero de Dios”, en dónde el simple y llano “No le quebrarán hueso alguno” (Éxodo cap. 12 v. 46) referido al cordero de Pascua, comienza a aplicarse en clave teológica y profética al Cristo (Ev. Juan cap. 19 v.36). Y así, muchos pasajes que en su contexto original no tienen absolutamente nada que ver con Jesús o profecías mesiánicas, comienzan a dar significado al acontecimiento traumático de la cruz.

Conclusiones Parciales:

Por ello, cuando el significado se desliga de su acontecimiento originario, puede darse una tergiversación o distorsión al hecho en sí y su Mensaje (Kerygma). Cuando decimos “Jesús murió por nosotros” estamos hablando del significado construido a partir de su asesinato en la cruz, del Jesús que fue hasta las últimas consecuencias para predicar el Reino de Dios, que anunciaba la liberación de los oprimidos y de los más desposeídos (pobres, hambrientos, sufrientes, perseguidos, enfermos, mujeres, niños, etc.) [Ev. Lucas cap. 6 v. 20-23] y cuyo mensaje nos vindicaba como aquellos desarrapados del mundo, por ende, “murió por nosotros” podría mejor entenderse como un “luchó por nosotros”. La distorsión a ese “murió por nosotros” es el que habitualmente escuchamos en las iglesias conservadoras. Un Jesús que sufrió el castigo de la ira de Dios debido a nuestros pecados, y que tenía que ser castigado, pues si no, no habría justicia por parte de Dios.

Esa visión Ansélmica del medioevo terminó imponiéndose en el significado de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. Y llegó a la distorsión de un dios sádico que necesita castigar y hacer sangrar a alguien para saciar su ira santa, y así en toda regla poder perdonar. Sin embargo, leemos en los evangelios que Jesús perdonó pecados antes de morir crucificado, y no necesitó infligir castigo alguno, pues para perdonar se necesitaba un sólo requisito: Arrepentirse y Creer.

Sobre este último punto podría discutirse largamente, comentar sobre los sacrificios expiatorios en el Templo, etc. Pero no deseo extenderme en demasía sobre esto, sino sólo sintetizar y hacer notar del cuidado que debe tenerse al dar a cierta significación el carácter de un dogma desligado de su acontecimiento originario. Pues al desligarse, el significado pierde su sentido, se distorsiona y lo peor, se instrumentaliza para perpetuar una situación de injusticia.

Por ello, y, para terminar, vale la pena siempre recordar: “Primero es el acontecimiento, luego su significación”.



Guernica, Pablo Picasso (1937)


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