POEMAS DE LA ESTACIÓN
Poemas de Otoño
1. Que la Lluvia Descienda
Que la lluvia descienda
y el viento sople todo lo que estorba y hace tropezar.
Se lleve el viento los espinos y los cardos
para que no hagan más heridas.
Que la lluvia descienda
y llene de vida la tierra nuevamente,
para que lo muerto vuelva a revivir
y florecer lo que alguna vez fue...
Que la lluvia descienda
y dé vida a este desierto que tiene sed...
que tiene sed de ti...
de tu presencia....
2. El Militante
Militar es entregar la vida.
Es vaciarse por la causa,
es amor, convicción y esperanza,
es brega hasta el último respiro.
Aunque no alcancemos ese sol,
por el cual nos marchitamos como hojas de otoño.
No dejemos de sembrar la semilla de mostaza,
la que cae en buena tierra, para el mundo venidero.
No, no es en vano los pedregales,
ni los dolores de las treinta monedas de plata,
pues el horizonte será realidad, de justicia y esperanza,
aunque nuestros huesos se vuelvan polvo,
vendrá ese día, vendrá.
3. Buscándote
La busco y no la encuentro, entre millares de personas.
Mi mente no tiene sosiego, y mis ojos se agotan.
Sigo clamando al cielo hasta hallarla,
aunque la esperanza se me estreche.
¿Dónde andarás? ¿Qué harás? ¿Con quién estarás?
Ruego a Dios que te guarde, hasta poderte encontrar.
Tocar tus manos con las mías, mi alma con la tuya topar,
hasta rozar lo más profundo de ti.
No pierdo la esperanza de algún día coincidir.
De contemplar tu sonrisa, tus ojos, tu piel.
Quizá me dé cuenta que eres sólo una ilusión,
espero no morir de soledad.
4. Vicios
Tengo vicios como todos,
nudos y fisuras como todo árbol en su tronco.
Dios cubre mi desnudez, como si de su honra se tratase.
A veces he salido airoso, más de lo que pueda imaginar o merecer,
y ello me ha sido dicha y desventaja.
Desventaja de no crecer y refugiarme en la mentira,
dicha de la reputación que me engalana.
Debo de crecer, como raíz en tierra reseca.
Ha de soplar el viento de otoño de mi cuna,
renovarme y saciarme de su aire melancólico.
De seguro habrá nuevas oportunidades.
5. Eres
Eres la carta que esperaba,
la luna llena que contemplé en mi infancia,
la nieve en la cordillera y la luz de las pupilas.
Te anhelé tanto que ahora me pareces un sueño, del cual nada importa, porque todo pasará.
Como el pan amasado de la abuela los fines de semana,
como el café de las onces por las tardes,
como el cariño de mi madre que me arrulla.
Me bendice la dicha de tenerte,
las frazadas calientes, los abrazos tiernos, los besos de niños.
Ojalá tus instantes fueran eternos,
como los cielos nublados de los palomares.
6. Palomares de mi patria
Palomares de mi patria, entre cerros escondida,
tus calles de polvo y barro de antaño, del cual todos hacen memoria,
y las palomas que nadie nunca vio.
Las caminatas escolares, a la cantera o a las canchas de tierra,
el culebrón que nos intimidaba, las viejas de las plazas, los juegos con los amigos.
La cascada y los circos que alguna vez fueron,
las fiestas y ramadas que ya no son, los panes amasados y ladrillos,
y las tomas de las casas y terrenos, como casi toda población.
7. Era yo el que ya no te amaba
Y llovía a cántaros, aunque fuese otoño.
No recuerdo el crujir de las hojas,
ni su color ni su piel.
Llevaba flores a tu casa, buscando recuperar lo que se me había escapado.
Y aunque me acogiste, ya no había vuelta atrás.
Salí llorando, derrotado.
Llovía; me mojaba, no importaba.
La herida sangraba, y quizá la lluvia,
confundida y unida con las lágrimas, serviría para ocultarla.
Mis ojos rojos, hinchados de llanto.
Me preguntaban qué pasaba; dije que era el jabón de la ducha,
el sin sueño del estudio.
Te perdí, y ya sabía la razón:
había otro amor escondido entre las aulas,
y eso me dolía y enfurecía,
porque antes de eso, antes de saber que no me querías,
era yo el que ya no te amaba.
8. Una Nueva Estación
Vendrá una nueva estación.
Un respiro en el ahogo del río caudaloso,
un hálito en un mundo de apariencias,
donde las máscaras son diferentes,
los pocos triunfos laureados y los muchos fracasos escondidos.
Un pequeño triunfo en la constante de la derrota,
un leve sol en los días nublados,
un descanso de lunes laboral,
un billete entre los pastos secos,
una canción de amor.
Ojalá llegase y no pase inadvertido.
Ojalá llegase, y las flores se multipliquen,
las alegrías y los abrazos.
Ojalá fuese hoy,
pero todo parece indicar que será pasado mañana.
9. Un otoño que amanece
Quiero cruzar palabras contigo,
oír las canciones de tu boca,
la medialuna de tu sonrisa,
la tierna mirada de tu inocencia.
Ver cómo caen las hojas, envueltas de fuego bajo los ancianos árboles,
mientras cruzas las manos, blancas e impávidas
ante un otoño que amanece.
Quiero saber a quiénes amas,
con quiénes compartes tus respiros,
si vale la pena la brecha de los tiempos,
porque se agotan mis esperanzas.
Quiero cruzar palabras contigo,
que el sol se detenga y las nubes lo arropen,
escuchar tus canciones, leer mis poemas,
mientras sigues cruzando tus manos,
ante un otoño que amanece.
10. Fe
Las hojas bailan al son del viento,
en un flaco árbol encrustado en el cemento de las vías.
Yo me duelo de no encontrar el amor,
de no tener respuesta a mis clamores,
de que se me vuelen los días, los años y la vida,
escapándose como una polilla entre viejas ropas.
Me digo: ten fe, aún queda una esperanza.
Un pequeño faro que ilumina los nublados de otoño.
Queda un escueto saludo, a veces con palabras, a veces sólo con gestos.
Te encuentro de continuo, entre las aulas,
a veces acompañada de multitudes, otras despistada en soledad.
¿Qué debo hacer para que ya no sólo crucemos palabras?
Para poder sentarme junto a ti,
contarte mis historias, escuchar tus pasiones,
estar juntos bajo el árbol,
cuyas hojas bailan al son del viento de otoño.
11. En la casa de los abuelos
Bebiendo mate en la casa de los abuelos,
el vecino refunfuña y riñe con su madre por las noches,
los perros ladran incesantemente,
esfumando los sueños de la casa.
El patio húmedo, con los postes llenos de ropa mojada
ante un tibio sol de otoño.
La pequeña huerta, llena del compost de las cáscaras de frutas de la vega,
mientras el palto alicaído mira sus brazos más pequeños
luego de las múltiples podas del abuelo.
La vieja bicicleta arrinconada, con sus ruedas desinfladas,
al costado de la leñera, presta a calentar las duras noches de hielo.
La abuela, a quien no le gusta que le digan abuela sino madre,
amasa por las tardes para las sopaipillas y panes amasados de las onces.
Lava y lava trastes y ollas,
no para de jugar mientras ríe y a veces pelea con el abuelo.
Antes de acostarse, murmura contando palabras para sus sopas.
Aquí, con ellos, en la casa de sus frutos,
a veces más acompañados en las comidas de domingos,
a veces solitarios, mientras verborreamos los chismes del vecindario
y recuerdan a los antiguos vecinos que ya partieron.
12. Fracasos
Y me duele el corazón de sueños rotos,
me sangra la garganta de las úlceras de tantos nervios, tristezas y frustraciones.
Me sobra el aire en los pulmones, pues no dejo de suspirar y suspirar.
Ya no quiero nada, sino la muerte.
Ya no quiero bregar, hasta aquí llegaron mis fuerzas y mis esperanzas.
Me cansé de remarle a la vida, de elevar plegarias sin respuesta,
de gritar sin ser escuchado.
Que pasen luego los días, que caigan luego las hojas,
que vuelen miles de primaveras,
y volvamos a la misma estación de los cielos nublados,
de los vientos fríos y del crujir de las hojas de fuego envueltas de amarillos.
Esta oportunidad ya la desaproveché,
no sé si habrá una próxima.
Ojalá que sí y no la vuelva a fallar.
Pero esta, esta vida, ya se me escapó.
No logré metas, no cumplí sueños, no obtuve triunfos,
ni di la vuelta al mundo, ni mi nombre hice inmortal.
Pero quién sabe si en otra vida tenga la oportunidad
de volver a empezar, de volver a nacer,
de volver a vivir,
y lograr lo que en esta vida no pude hacer.
13. Bucle
Me despertaré, me levantaré y elevaré un clamor:
quizá hoy será distinto.
Iré al mismo lugar de todos los días,
recorreré el mismo camino de todas las mañanas.
Saludaré a las mismas personas, aunque extrañe a otras,
comeré la misma comida insípida a la hora del almuerzo,
dejaré correr las horas como siempre,
y seguiré clamando: quizá hoy será distinto.
Terminaré mi jornada y volveré a mi casa,
escucharé las mismas tristes canciones,
tomaré once, me encerraré en mi cuarto
y añoraré días distintos, sueños cumplidos, corazones llenos,
vasos de cerveza y copas de vino con los amigos.
Dormiré y soñaré lo mismo de todas las noches.
Y luego me despertaré, me levantaré y elevaré un clamor:
quizá hoy será distinto.
14. No solo mi dolor
Y comprendí que mi pena no es solo mi pena,
que mi enojo no es solo mi enojo,
que mi frustración no es solo mi frustración,
que mi impotencia no es solo mi impotencia;
que también la tiene mi vecino,
y que también mi vecino del otro lado la posee.
Que ante el más mínimo tintineo de la hormiga,
también explotan de furia, de bocinazos, de gritos e insultos al de al lado.
Y que el de al lado también estalla de furia ante el mismo tintineo.
Que la mente vuela de pensamientos y ansiedades inalcanzables,
que sufren los mismos dolores e ilusiones rotas,
que viven el mismo día de la marmota,
y que la desesperanza también carcome sus aires,
llenos de temores y dolores.
Y comprendí que mi dolor no es sólo mi dolor,
que mi pena no es solo mi pena,
que las comparten mis paisanos,
de las mismas formas u otras, tanto o más amargas que las propias.
¿Y qué hacemos con esta furia, con la herida del alma,
con la mente cargada de sales y vinagres?
¿Hasta cuándo se puede aguantar un cúmulo de vejaciones
sin un destape que deje hervir las presiones?
Cuando comprendamos el sentir ajeno,
y lo tomemos como nuestro,
cuando dejemos de ser llevados por los hilos de quienes nos oprimen
y usemos la violencia para romper nuestras cadenas,
para comenzar un nuevo destino,
seremos libres de nuestras prisiones,
y el tintineo de las hormigas nos parecerá maravilloso.
15. En la vieja casa de madera
La vieja casa de madera,
la casa de los terrores, de la infancia y adolescencia.
Escondida en las faldas del cerro,
rodeada de árboles frutales, de los manzanos,
de los ciruelos, del maqui, de los nísperos
y de los ratones que paseaban en la noche por los techos
y por los agujeros, de aquella vieja casa de madera.
Tus tablas podridas, tus habitaciones compartidas,
tu baño común, tu eterna escalera de cemento.
No hay secretos en la vieja casa de madera,
pues nuestras palabras y pleitos son las de nuestros vecinos,
y las palabras y pleitos de nuestros vecinos son nuestras.
Tus almas en pena, cuyas sombras nos atraviesan,
y los sueños en tus habitaciones llenas de tristezas, alegrías y amarguras.
Y aunque ya no vivamos en aquella vieja casa de madera,
no podemos soñar con otra que no sea ella.
Quizá también nosotros somos sus almas en pena.
Quizá jamás la abandonamos y no lo sabemos.
Pues sus recuerdos y memorias nos atormentan y persiguen,
aunque estemos lejos de su nido.
De pasada te diviso, pero no quiero añorarte,
solo tener la memoria desde donde broté,
de los buenos y malos momentos,
y de sus árboles frutales, de sus manzanos y ciruelas,
del maqui y los nísperos,
y de los ratones que aún deben pasear entre sus tablas podridas.
16. Poeta del silencio
El poeta de los poemas escondidos,
de las vergüenzas y caras sonrojadas.
Del que guarda sus palabras del oído burlón de los familiares.
Pues no hay poeta sin honra sino en su propia patria
y entre los de su casa.
Poeta del silencio, del que ahorra palabras,
del que las guarda para sus versos,
del que cuida su lengua para que los aires de su boca tengan mayor peso,
poeta de los poemas guardados.
Un poema que se guarda es un poema que se pudre,
porque solo el aire de sus invocaciones le da vida,
y se replica en los labios desconocidos que comparten sus vivencias,
sus sentires y pensares.
Poeta marginado, del que evita el conflicto,
que se inclina ante el pasar soberbio de las gentes,
del que acumula momentos y percibe mejor que nadie
el corazón de sus paisanos.
Poeta del silencio, que susurra sus palabras para no ser oído
ante el prepotente bramido del mar.
17. Gracia y Gratitud
En el derrumbe de la vida,
en el guardar los rencores y dolores del alma,
en el sinsentido y absurdo de la existencia propia,
sin nombre y sin camino, con miedo al futuro y a la muerte.
Con los pilares agrietados, llantos acumulados y el amor por tierra.
Vagaba hacia el vacío, con el peso de la historia y con la culpa a cuestas.
Temí del castigo, de mi desorden, de mis heridas y pecados.
Saliste a mi encuentro, sin preguntar nada, sin acusarme,
sin condenarme, sin enviarme al castigo eterno.
Me amaste, me llamaste por mi nombre,
me mostraste el regalo de tu gracia, de tu cruz y de tu vida en el Espíritu.
Me diste dones, me levantaste, me concediste sabiduría e inteligencia,
y me llevaste lejos.
Me has acompañado, me has hecho crecer,
me has enseñado y corregido.
Y aún conmigo estás, y anhelo y confío que así será siempre.
Mi corazón te agradece, por tantas maravillas,
por los pequeños detalles, por escuchar mis plegarias,
y por atenderme en los días de angustia.
Por abrirme puertas que parecían cerradas,
por allanar los caminos y ponerme del lado de quienes sufren,
para testimoniar de tu consuelo y esperanza.
¡Gracias! ¡Oh plenitud de gozo, de mis alegrías, dolores y compañías!
¡Conmigo siempre vas!
18. Te vi
¿Qué será de nosotros?
¿Algún día coincidiremos?
Hoy te vi cuando ya me marchaba,
al ocaso de mi jornada,
y, cual epifanía, te revelaste en medio de la noche fría.
Como ángel de la guarda, como caricias de niño.
Te vi acompañada, y se me apretó el pecho
de dudas e inseguridades.
Se me hizo un nudo de amarguras y crujidos,
como vidrio roto aplastado por zapatos de viejo.
Acudí al cielo pidiendo consuelo,
pues me sentí al borde de la cornisa,
en el precipicio de la desesperación.
Cayendo al infinito pozo de la angustia,
del dolor, de la locura perenne.
Esperaré hasta mañana.
Respiraré hasta encontrarte.
Pues espero todo mude,
y del nublado y sus oscuras lluvias,
brote un halo de esperanza,
una caricia de madre,
un brote de avellanos,
un sol de abrazos
y un canto de paz,
en esta noche de incertidumbre y quieta tristeza.
Te vi (versión alterna y rimante)
¿Qué será de nosotros?
¿Algún día coincidiremos?
Hoy te vi cuando ya me marchaba, al ocaso de mi jornada,
y, cual epifanía, te revelaste en medio de la noche fría.
Como ángel de la guarda, como caricias de niño.
Te vi acompañada, y se apretó mi pecho, recibiendo cual puñalada.
Se me hizo un nudo de amarguras y crujidos recios,
como vidrio roto aplastado por zapatos de viejo.
Acudí al cielo pidiendo consuelo,
pues me sentí al borde de la cornisa,
en el precipicio de la desesperación.
Cayendo al infinito pozo de la angustia,
de la locura y del dolor.
Esperaré hasta mañana.
Respiraré hasta encontrarte.
Pues espero todo mude, del nublado al sol brillante.
Que brote un halo de esperanza,
una caricia de madre,
un brote de avellanos,
un desquite de malezas,
en esta noche de incertidumbre,
de fina y quieta tristeza.
19. Heridas
Hay heridas del alma que parecen incurables,
que se asoman en el silencio nocturno,
cuando las voces del gentío ahogan el grito suplicante del mendigo.
Al costado izquierdo, donde palpitan ilusiones,
ahí se siente la herida, sangrante,
que no cicatriza a pesar de los tiempos.
Que no se va, aunque la echen,
como borrachos en cantina de domingo.
Hay ojos que no duermen,
que llevan a cuestas sus trabajos e insomnios,
que divagan y escapan de los sueños,
presos de los golpes del odio,
de quienes se miran el ombligo
ante el pesar de los pobres.
Yo no logro comprender,
pues llevo un rumbo sin horizonte,
y me pesan las tristezas, como me pesan los suspiros.
Añoro comprar los cinco centavitos de felicidad,
el instante de dicha, la gota de alegría,
el pellizco de buena noticia, el chiste de amigos.
¿Por qué será que no encuentro consuelo?
¿Por qué no apartas de mí esta copa?
No se haga como yo quiera, sino como tú.
Poema 20: Al final
Al final del viaje,
cuando las ruedas estén gastadas
y los pies se entorpezcan de dolores para jubilarse de caminar,
cuando la sentencia esté dictada
y el juez nos haga comparecer ante su tribunal,
espero estar preparado,
con el traje puesto, los zapatos lustrados, el pelo corto
y afeitado para presentar defensa,
aunque la sentencia ya esté determinada.
Iré confiado,
no apelando a méritos, sino a consecuencias,
esperando que la mesa ya esté puesta,
con su mantel extenso y blanco,
acompañado de quienes amo,
incluso de aquellos que tuvieron rencores.
La comida será deleite, pero no importante;
más relevante será estar con aquellos
con quienes compartí historias, poemas y luchas.
Al final, iré confiado,
pues espero ver nuevamente las hojas rojas envueltas de fuego,
mientras camino por la ladera del río,
sin frío y sin prisa,
mientras el sol rojizo augura
un buen día para mañana.
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-----Epílogo: Hasta aquí el Poemario.---------
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Otros Poemas:
Lluvia de otoño
En lluvia de otoño, en lluvia de abril,
de calma la noche, de calma sin fin;
furia la madre, con vino su padre,
se llena de mosto, cantos y gozos.
Cobijas se estrechan; la casa achica,
murmullan los niños, los abuelos gritan.
Sucumben los cantos, de enojo vecino;
la madre ordena, la casa y sus linos.
Se acaba la fiesta, apagan los ruidos,
se van a la cama, duermen tullidos.
Noche de espera, relojes de calma:
vendrán otras fiestas, de risa y alma.
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